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Edwin García lleva la poesía guatemalteca a Europa

Edwin García
Ana González
05 de septiembre, 2025

La poesía abrió el camino de Edwin García del Cid a nuevos horizontes. Desde hace más de dos décadas, este guatemalteco, de 53 años, ha tejido un puente entre la literatura y la cultura con Europa. Radicado en Tübingen (sur de Alemania) y con presencia también en Suiza, a través de la radio ha llevado la voz de Guatemala al exterior. Con lecturas bilingües, proyectos artísticos y espacios de difusión cultural, mantiene viva su conexión con el país que lo vio nacer. 

¿Cómo nació tu relación con la literatura y se transformó en un vínculo con la radio en Suiza? 

— Todo comenzó hace unos 20 años, cuando empecé a involucrarme en la poesía y en los círculos literarios. Ese interés me abrió la puerta a distintos espacios. Con el tiempo logré mantener ese contacto a pesar de la distancia y del tiempo. 

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En 2020 recibí la invitación de una emisora en Suiza, Radio RABE, ubicada en Berna. Fue gracias a que había ganado un premio y por una participación en la Embajada de Guatemala. Me ofrecieron conducir un segmento cultural en vivo o grabado; preferí hacerlo en directo. 

El primer programa giró alrededor de mi poesía. Luego, conversando con los productores, surgió la idea de dedicar espacios a temas históricos de Guatemala. Desde entonces se ha consolidado un círculo literario que continúa hasta hoy. 

¿Podrías ampliar sobre el premio que mencionaste y tu participación en la Embajada? 

— Ese premio se realizó en la Universidad de Heidelberg, la más antigua de Alemania. Ahí participé con un grupo formado por una poeta argentina y un músico chileno. Organizábamos lecturas acompañadas de música y poco a poco lo transformamos en un proyecto más profesional. 

Decidimos traducir los textos al alemán para llegar a más público. Eso nos permitió expandir las presentaciones a escenarios más grandes y dar mayor formalidad a nuestra propuesta. Gracias a esa experiencia supe del concurso y resulté ganador. 

Más tarde, en 2018, al acudir a renovar mi pasaporte en Berlín, surgió la invitación para participar en un evento organizado por la Embajada. Fue un encuentro  junto a una poeta salvadoreña y diplomáticos. A partir de ahí surgieron más posibilidades; incluso en el consulado en Múnich. 

¿Qué se escucha de Guatemala en los medios y espacios académicos alemanes? 

— La verdad es que se escucha poco. Latinoamérica en general no figura con frecuencia en los grandes noticieros. Y si Guatemala aparece, casi siempre es por noticias negativas, como desastres naturales o crisis. Eso refleja la poca cobertura que recibe la región. 

En espacios académicos sí hay más interés. En universidades alemanas conocí a personas que han viajado a Centroamérica o que han estudiado su historia. Algunos han visitado lugares como Panajachel o Antigua. En esos círculos se genera un diálogo distinto. 

También me encontré con quienes saben de Guatemala por su historia política. Algunos mencionan la intervención de EE. UU. en 1954, lo cual es un referente académico para entender la región. Sin embargo, en términos generales, Guatemala es poco conocida. 

Edwin García

Cuando hacías lecturas de poesía con música, ¿en qué lugares se presentaban y cómo respondía el público? 

— Las presentaciones fueron muy diversas, desde pequeños cafés hasta teatros importantes en ciudades de Alemania. Incluso tuve la oportunidad de participar en París y en Berlín, acompañado de músicos y en ocasiones en el marco de exposiciones fotográficas. 

Durante 15 años realizamos lecturas combinadas con guitarra, piano e incluso instrumentos como el fagot. Cada presentación era diferente, lo que enriqueció la experiencia y nos permitió colaborar con artistas de varios países. 

Siempre buscábamos que fueran bilingües. Yo leía los poemas en español y luego en alemán, para acercarnos a públicos diversos. Esa mezcla nos abrió puertas y creó una conexión cultural muy especial. 

¿Con quiénes te relacionas más en Alemania: con alemanes o con latinoamericanos? 

— Es una mezcla. Con mi esposa, por ejemplo, desde el inicio hablamos en español, porque era importante mantener el idioma en la familia. Mis hijos también lo hablan, aunque su vida cotidiana está más ligada al alemán. 

Con amigos ocurre lo mismo. Me relaciono con alemanes, pero también con latinoamericanos que conocí en la universidad y en los espacios culturales. Esa doble conexión me permitió mantener vivo el idioma y, al mismo tiempo, integrarme al entorno local. 

La literatura ha sido clave. Desde los primeros encuentros con grupos universitarios hasta los programas de radio, siempre me he vinculado tanto con Alemania como con Latinoamérica. Esa mezcla cultural es parte de mi vida. 

En cuanto a los autores guatemaltecos, ¿cuáles son tus favoritos y por qué? 

—Uno de los que más me ha marcado es Humberto Ak’abal. Su poesía es pura, nace de manera natural y transmite con fuerza la raíz de nuestra identidad. Ahora mismo preparo un evento sobre él para el consulado en Múnich. 

También me han fascinado las novelas de Virgilio Rodríguez Macal. Recuerdo especialmente Carazamba, un libro que incluso llegué a regalar a amigos porque me parecía imprescindible. Su obra refleja la riqueza natural y cultural del país. Luis Cardoza y Aragón también es de mis favoritos. Guatemala, las líneas de su mano es una declaración de amor al país.

Por supuesto, Miguel Ángel Asturias también ocupa un lugar especial. Lo he leído con más profundidad en los últimos años y cada vez encuentro nuevas perspectivas. Su legado literario sigue siendo fundamental. 

Edwin García

Después de tantos años, qué es lo que más extrañas de Guatemala y cómo lo llevas en la memoria? 

— La gente. Toda mi familia está allá y eso siempre pesa, sobre todo en celebraciones y reuniones. La ausencia se siente mucho más después de tantos años. 

También echo de menos la comida. Los platillos tradicionales, con raíces ancestrales, son parte esencial de nuestra cultura. El pepián, el kak’ik o cualquier guiso típico me conectan con la tierra de una forma única. 

Y claro, extraño la vida familiar extensa. Crecí en un entorno donde cada cumpleaños o reunión era motivo para estar con tíos, primos y abuelos. Ese calor humano es irrepetible y sigue siendo lo que más me ata a Guatemala. 

¿Qué tan difícil fue aprender alemán y cómo recuerdas ese proceso de adaptación? 

— Fue un idioma complejo, especialmente por su gramática. Comparado con el español o el inglés, el alemán tiene estructuras más difíciles y casos gramaticales que al inicio resultan confusos. 

Al llegar no entendía nada, y recuerdo la frustración de escuchar conversaciones sin captar una sola palabra. Eso me motivó a inscribirme en cursos intensivos y después continuar en la universidad. 

Con el tiempo descubrí que me gustaba el idioma y eso facilitó el aprendizaje. Hoy lo veo como un reto que me abrió puertas, no solo en lo académico, sino también en la vida diaria y cultural. 

¿Cómo fue tu experiencia universitaria siendo guatemalteco y qué aprendizajes te dejó? 

— No lo viví tanto desde la perspectiva de “guatemalteco”, sino más bien como parte de una comunidad latinoamericana. Había un ambiente compartido que reforzaba la identidad cultural y la solidaridad entre nosotros. 

Ser latino en Alemania tiene, además, una percepción positiva. Se nos asocia con la alegría, la música y la fiesta, lo que genera curiosidad y simpatía. Eso me permitió integrarme más fácilmente. 

La universidad también me dio la oportunidad de profundizar en la cultura.  

¿Aún recuerdas ese libro que te marcó, el que despertó tu amor por la literatura? 

— Siempre leí desde niño, pero el verdadero click, el boom, fue cuando a mi casa llegó la colección completa de Julio Verne. Me volví loco y lo leí todo. Tenía 11 años.  Más tarde apareció Hermann Hesse con El Lobo Estepario y después Pablo Neruda, que me detonó la mente. A los 14 años comencé a escribir poesía. Desde entonces ya no pude parar. 

Edwin García lleva la poesía guatemalteca a Europa

Edwin García
Ana González
05 de septiembre, 2025

La poesía abrió el camino de Edwin García del Cid a nuevos horizontes. Desde hace más de dos décadas, este guatemalteco, de 53 años, ha tejido un puente entre la literatura y la cultura con Europa. Radicado en Tübingen (sur de Alemania) y con presencia también en Suiza, a través de la radio ha llevado la voz de Guatemala al exterior. Con lecturas bilingües, proyectos artísticos y espacios de difusión cultural, mantiene viva su conexión con el país que lo vio nacer. 

¿Cómo nació tu relación con la literatura y se transformó en un vínculo con la radio en Suiza? 

— Todo comenzó hace unos 20 años, cuando empecé a involucrarme en la poesía y en los círculos literarios. Ese interés me abrió la puerta a distintos espacios. Con el tiempo logré mantener ese contacto a pesar de la distancia y del tiempo. 

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En 2020 recibí la invitación de una emisora en Suiza, Radio RABE, ubicada en Berna. Fue gracias a que había ganado un premio y por una participación en la Embajada de Guatemala. Me ofrecieron conducir un segmento cultural en vivo o grabado; preferí hacerlo en directo. 

El primer programa giró alrededor de mi poesía. Luego, conversando con los productores, surgió la idea de dedicar espacios a temas históricos de Guatemala. Desde entonces se ha consolidado un círculo literario que continúa hasta hoy. 

¿Podrías ampliar sobre el premio que mencionaste y tu participación en la Embajada? 

— Ese premio se realizó en la Universidad de Heidelberg, la más antigua de Alemania. Ahí participé con un grupo formado por una poeta argentina y un músico chileno. Organizábamos lecturas acompañadas de música y poco a poco lo transformamos en un proyecto más profesional. 

Decidimos traducir los textos al alemán para llegar a más público. Eso nos permitió expandir las presentaciones a escenarios más grandes y dar mayor formalidad a nuestra propuesta. Gracias a esa experiencia supe del concurso y resulté ganador. 

Más tarde, en 2018, al acudir a renovar mi pasaporte en Berlín, surgió la invitación para participar en un evento organizado por la Embajada. Fue un encuentro  junto a una poeta salvadoreña y diplomáticos. A partir de ahí surgieron más posibilidades; incluso en el consulado en Múnich. 

¿Qué se escucha de Guatemala en los medios y espacios académicos alemanes? 

— La verdad es que se escucha poco. Latinoamérica en general no figura con frecuencia en los grandes noticieros. Y si Guatemala aparece, casi siempre es por noticias negativas, como desastres naturales o crisis. Eso refleja la poca cobertura que recibe la región. 

En espacios académicos sí hay más interés. En universidades alemanas conocí a personas que han viajado a Centroamérica o que han estudiado su historia. Algunos han visitado lugares como Panajachel o Antigua. En esos círculos se genera un diálogo distinto. 

También me encontré con quienes saben de Guatemala por su historia política. Algunos mencionan la intervención de EE. UU. en 1954, lo cual es un referente académico para entender la región. Sin embargo, en términos generales, Guatemala es poco conocida. 

Edwin García

Cuando hacías lecturas de poesía con música, ¿en qué lugares se presentaban y cómo respondía el público? 

— Las presentaciones fueron muy diversas, desde pequeños cafés hasta teatros importantes en ciudades de Alemania. Incluso tuve la oportunidad de participar en París y en Berlín, acompañado de músicos y en ocasiones en el marco de exposiciones fotográficas. 

Durante 15 años realizamos lecturas combinadas con guitarra, piano e incluso instrumentos como el fagot. Cada presentación era diferente, lo que enriqueció la experiencia y nos permitió colaborar con artistas de varios países. 

Siempre buscábamos que fueran bilingües. Yo leía los poemas en español y luego en alemán, para acercarnos a públicos diversos. Esa mezcla nos abrió puertas y creó una conexión cultural muy especial. 

¿Con quiénes te relacionas más en Alemania: con alemanes o con latinoamericanos? 

— Es una mezcla. Con mi esposa, por ejemplo, desde el inicio hablamos en español, porque era importante mantener el idioma en la familia. Mis hijos también lo hablan, aunque su vida cotidiana está más ligada al alemán. 

Con amigos ocurre lo mismo. Me relaciono con alemanes, pero también con latinoamericanos que conocí en la universidad y en los espacios culturales. Esa doble conexión me permitió mantener vivo el idioma y, al mismo tiempo, integrarme al entorno local. 

La literatura ha sido clave. Desde los primeros encuentros con grupos universitarios hasta los programas de radio, siempre me he vinculado tanto con Alemania como con Latinoamérica. Esa mezcla cultural es parte de mi vida. 

En cuanto a los autores guatemaltecos, ¿cuáles son tus favoritos y por qué? 

—Uno de los que más me ha marcado es Humberto Ak’abal. Su poesía es pura, nace de manera natural y transmite con fuerza la raíz de nuestra identidad. Ahora mismo preparo un evento sobre él para el consulado en Múnich. 

También me han fascinado las novelas de Virgilio Rodríguez Macal. Recuerdo especialmente Carazamba, un libro que incluso llegué a regalar a amigos porque me parecía imprescindible. Su obra refleja la riqueza natural y cultural del país. Luis Cardoza y Aragón también es de mis favoritos. Guatemala, las líneas de su mano es una declaración de amor al país.

Por supuesto, Miguel Ángel Asturias también ocupa un lugar especial. Lo he leído con más profundidad en los últimos años y cada vez encuentro nuevas perspectivas. Su legado literario sigue siendo fundamental. 

Edwin García

Después de tantos años, qué es lo que más extrañas de Guatemala y cómo lo llevas en la memoria? 

— La gente. Toda mi familia está allá y eso siempre pesa, sobre todo en celebraciones y reuniones. La ausencia se siente mucho más después de tantos años. 

También echo de menos la comida. Los platillos tradicionales, con raíces ancestrales, son parte esencial de nuestra cultura. El pepián, el kak’ik o cualquier guiso típico me conectan con la tierra de una forma única. 

Y claro, extraño la vida familiar extensa. Crecí en un entorno donde cada cumpleaños o reunión era motivo para estar con tíos, primos y abuelos. Ese calor humano es irrepetible y sigue siendo lo que más me ata a Guatemala. 

¿Qué tan difícil fue aprender alemán y cómo recuerdas ese proceso de adaptación? 

— Fue un idioma complejo, especialmente por su gramática. Comparado con el español o el inglés, el alemán tiene estructuras más difíciles y casos gramaticales que al inicio resultan confusos. 

Al llegar no entendía nada, y recuerdo la frustración de escuchar conversaciones sin captar una sola palabra. Eso me motivó a inscribirme en cursos intensivos y después continuar en la universidad. 

Con el tiempo descubrí que me gustaba el idioma y eso facilitó el aprendizaje. Hoy lo veo como un reto que me abrió puertas, no solo en lo académico, sino también en la vida diaria y cultural. 

¿Cómo fue tu experiencia universitaria siendo guatemalteco y qué aprendizajes te dejó? 

— No lo viví tanto desde la perspectiva de “guatemalteco”, sino más bien como parte de una comunidad latinoamericana. Había un ambiente compartido que reforzaba la identidad cultural y la solidaridad entre nosotros. 

Ser latino en Alemania tiene, además, una percepción positiva. Se nos asocia con la alegría, la música y la fiesta, lo que genera curiosidad y simpatía. Eso me permitió integrarme más fácilmente. 

La universidad también me dio la oportunidad de profundizar en la cultura.  

¿Aún recuerdas ese libro que te marcó, el que despertó tu amor por la literatura? 

— Siempre leí desde niño, pero el verdadero click, el boom, fue cuando a mi casa llegó la colección completa de Julio Verne. Me volví loco y lo leí todo. Tenía 11 años.  Más tarde apareció Hermann Hesse con El Lobo Estepario y después Pablo Neruda, que me detonó la mente. A los 14 años comencé a escribir poesía. Desde entonces ya no pude parar. 

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