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Donde se estudia la magia: la escuela brasileña que forma a Santa Claus

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Alicia Utrera
21 de diciembre, 2025

Río de Janeiro, Brasil, es una ciudad famosa por su carnaval, sus playas y su espíritu festivo. Sin embargo, hay un rincón poco conocido que cobra vida cada año desde hace más de tres décadas: la Escuela de Papá Noel de Brasil (Escola de Papai Noel do Brasil), una institución única dedicada a formar a quienes interpretan a uno de los personajes más queridos de la temporada navideña.

A esa escuela y a los encuentros vinculados con ella llegó el guatemalteco Juan Pablo García Murga, quien desde hace años interpreta a Santa Claus y recientemente participó en un encuentro internacional de Santas en Brasil. Su experiencia confirma que, detrás de la sonrisa y el “jo, jo, jo”, existe un trabajo que combina preparación actoral, sensibilidad humana y compromiso cultural.

Para García Murga, el primer aprendizaje fue comprender que Santa no se representa a medias. “Aprendemos a vivir el personaje, más allá de interpretarlo”, explica. En la escuela le enseñaron que, para los niños, no existe el concepto de actuación. “Cuando un chico nos saluda, para él y su familia verdaderamente somos Santa”.

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Mucho más que un traje rojo

Uno de los pilares de la formación es entender el peso del momento en el que Santa Claus entra a una casa. No es una visita cualquiera ni un acto repetible sin consecuencias. Cada encuentro puede marcar a una familia para siempre, y eso exige un nivel de respeto absoluto hacia la experiencia.

“Aprendemos que ese momento en que estamos con una familia, en la intimidad de su casa, será un recuerdo para toda la vida y por eso exige toda nuestra dedicación”, afirma Juan Pablo. Esa idea atraviesa toda la enseñanza: desde cómo tocar la puerta y cómo mirar a los niños, hasta cómo escuchar lo que cada familia necesita en ese instante.

La escuela insiste en que Santa debe estar preparado para distintos escenarios, no solo los ideales. Por ello, además de lo simbólico, existe una formación técnica exigente que busca preparar al intérprete para responder con humanidad ante cualquier situación.

Disciplina, técnica y compromiso todo el año

Lo que más sorprendió a Juan Pablo fue descubrir que el compromiso no termina cuando acaba diciembre. En la escuela, muchos Santas cuidan su barba durante todo el año y mantienen una relación constante con el personaje, incluso fuera de la temporada navideña.

“La pasión y entrega al personaje que viven los Santa Claus de la escuela al mantener y cuidar su barba todo el año”, cuenta. Para ellos, Santa no es solo una imagen estacional. “El personaje deja de interpretarse en enero, pero no deja de vivirse día a día”, añade.

La preparación incluye talleres de teatro, caracterización de la voz, postura corporal, forma de caminar, maquillaje y ejercicios emocionales. Todo está pensado para que el personaje resulte creíble, cercano y respetuoso con cada contexto familiar.

Un vínculo emocional que no es casual

Más allá de la técnica, Juan Pablo señala que la gran diferencia entre un Santa formado y uno ocasional está en la manera de relacionarse con las personas. La escuela pone énfasis en la conexión emocional, no en la imagen comercial.

“Más allá de una imagen de temporada o una imagen comercial, como intérpretes de Santa Claus formamos un vínculo emocional”. Ese vínculo se construye con presencia, escucha y coherencia entre lo que se dice y lo que se transmite con el cuerpo.

La escuela enseña que Santa no solo responde preguntas, sino que sostiene emociones. Por ello, el trabajo no se limita a memorizar frases, sino a comprender el impacto real del personaje en la infancia.

Representar a Guatemala en un lenguaje universal

La experiencia en Brasil tuvo para Juan Pablo un significado adicional: representar a Guatemala en un espacio donde conviven Santas de distintas regiones y culturas. La recepción, dice, fue cálida y fraterna. “

Fue muy lindo representar a Guatemala y ser bienvenido como Santa guatemalteco”, relata. En esos encuentros, más allá de los acentos y las costumbres, encontró valores compartidos. “Aunque existan diferentes culturas, los valores son los mismos”, asegura.

Cabe destacar que ese vínculo no se rompe al terminar el evento. Los participantes mantienen contacto durante el año mediante reuniones virtuales, lo que refuerza una comunidad que entiende a Papá Noel como un símbolo que trasciende fronteras.

La responsabilidad de ser un recuerdo

Uno de los temas más delicados que aborda la escuela es la responsabilidad emocional. Santa entra en espacios íntimos, en momentos cargados de expectativas y emociones. No es un rol ligero. “

Somos invitados a estar presentes en los momentos más íntimos de cada familia”, detalla. Y esa cercanía implica comprender que cada encuentro puede ser único e irrepetible.

“Algún niño nos verá por primera vez, y algún niño nos verá por última vez antes de crecer”, reflexiona. Esa conciencia convierte cada visita en un compromiso, en el que el intérprete debe estar emocionalmente preparado para acompañar ese tránsito.

Adaptar la magia a la cultura guatemalteca

Tras su experiencia en Brasil, García Murga considera que la figura de Santa Claus puede integrarse de forma natural a la cultura guatemalteca. Aunque reconoce diferencias, destaca que existen muchas más similitudes en la manera de vivir la Navidad.

Para él, se trata de trasladar la misma pasión y alegría al contexto local, incorporando elementos propios de Guatemala: la comida tradicional, la cohetería de medianoche, las posadas, los aromas del pinabete y la manzanilla, los nacimientos y la vida familiar alrededor de la Navidad.

La Escuela de Papá Noel de Brasil demuestra que la magia no es improvisada. Se aprende, se entrena y se cuida. Y en manos de intérpretes como Juan Pablo García Murga, esa magia se convierte en un puente entre culturas, memorias y generaciones, construido con respeto, sensibilidad y una profunda comprensión de lo que significa ser Santa, incluso cuando nadie está mirando.

Donde se estudia la magia: la escuela brasileña que forma a Santa Claus

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Alicia Utrera
21 de diciembre, 2025

Río de Janeiro, Brasil, es una ciudad famosa por su carnaval, sus playas y su espíritu festivo. Sin embargo, hay un rincón poco conocido que cobra vida cada año desde hace más de tres décadas: la Escuela de Papá Noel de Brasil (Escola de Papai Noel do Brasil), una institución única dedicada a formar a quienes interpretan a uno de los personajes más queridos de la temporada navideña.

A esa escuela y a los encuentros vinculados con ella llegó el guatemalteco Juan Pablo García Murga, quien desde hace años interpreta a Santa Claus y recientemente participó en un encuentro internacional de Santas en Brasil. Su experiencia confirma que, detrás de la sonrisa y el “jo, jo, jo”, existe un trabajo que combina preparación actoral, sensibilidad humana y compromiso cultural.

Para García Murga, el primer aprendizaje fue comprender que Santa no se representa a medias. “Aprendemos a vivir el personaje, más allá de interpretarlo”, explica. En la escuela le enseñaron que, para los niños, no existe el concepto de actuación. “Cuando un chico nos saluda, para él y su familia verdaderamente somos Santa”.

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Mucho más que un traje rojo

Uno de los pilares de la formación es entender el peso del momento en el que Santa Claus entra a una casa. No es una visita cualquiera ni un acto repetible sin consecuencias. Cada encuentro puede marcar a una familia para siempre, y eso exige un nivel de respeto absoluto hacia la experiencia.

“Aprendemos que ese momento en que estamos con una familia, en la intimidad de su casa, será un recuerdo para toda la vida y por eso exige toda nuestra dedicación”, afirma Juan Pablo. Esa idea atraviesa toda la enseñanza: desde cómo tocar la puerta y cómo mirar a los niños, hasta cómo escuchar lo que cada familia necesita en ese instante.

La escuela insiste en que Santa debe estar preparado para distintos escenarios, no solo los ideales. Por ello, además de lo simbólico, existe una formación técnica exigente que busca preparar al intérprete para responder con humanidad ante cualquier situación.

Disciplina, técnica y compromiso todo el año

Lo que más sorprendió a Juan Pablo fue descubrir que el compromiso no termina cuando acaba diciembre. En la escuela, muchos Santas cuidan su barba durante todo el año y mantienen una relación constante con el personaje, incluso fuera de la temporada navideña.

“La pasión y entrega al personaje que viven los Santa Claus de la escuela al mantener y cuidar su barba todo el año”, cuenta. Para ellos, Santa no es solo una imagen estacional. “El personaje deja de interpretarse en enero, pero no deja de vivirse día a día”, añade.

La preparación incluye talleres de teatro, caracterización de la voz, postura corporal, forma de caminar, maquillaje y ejercicios emocionales. Todo está pensado para que el personaje resulte creíble, cercano y respetuoso con cada contexto familiar.

Un vínculo emocional que no es casual

Más allá de la técnica, Juan Pablo señala que la gran diferencia entre un Santa formado y uno ocasional está en la manera de relacionarse con las personas. La escuela pone énfasis en la conexión emocional, no en la imagen comercial.

“Más allá de una imagen de temporada o una imagen comercial, como intérpretes de Santa Claus formamos un vínculo emocional”. Ese vínculo se construye con presencia, escucha y coherencia entre lo que se dice y lo que se transmite con el cuerpo.

La escuela enseña que Santa no solo responde preguntas, sino que sostiene emociones. Por ello, el trabajo no se limita a memorizar frases, sino a comprender el impacto real del personaje en la infancia.

Representar a Guatemala en un lenguaje universal

La experiencia en Brasil tuvo para Juan Pablo un significado adicional: representar a Guatemala en un espacio donde conviven Santas de distintas regiones y culturas. La recepción, dice, fue cálida y fraterna. “

Fue muy lindo representar a Guatemala y ser bienvenido como Santa guatemalteco”, relata. En esos encuentros, más allá de los acentos y las costumbres, encontró valores compartidos. “Aunque existan diferentes culturas, los valores son los mismos”, asegura.

Cabe destacar que ese vínculo no se rompe al terminar el evento. Los participantes mantienen contacto durante el año mediante reuniones virtuales, lo que refuerza una comunidad que entiende a Papá Noel como un símbolo que trasciende fronteras.

La responsabilidad de ser un recuerdo

Uno de los temas más delicados que aborda la escuela es la responsabilidad emocional. Santa entra en espacios íntimos, en momentos cargados de expectativas y emociones. No es un rol ligero. “

Somos invitados a estar presentes en los momentos más íntimos de cada familia”, detalla. Y esa cercanía implica comprender que cada encuentro puede ser único e irrepetible.

“Algún niño nos verá por primera vez, y algún niño nos verá por última vez antes de crecer”, reflexiona. Esa conciencia convierte cada visita en un compromiso, en el que el intérprete debe estar emocionalmente preparado para acompañar ese tránsito.

Adaptar la magia a la cultura guatemalteca

Tras su experiencia en Brasil, García Murga considera que la figura de Santa Claus puede integrarse de forma natural a la cultura guatemalteca. Aunque reconoce diferencias, destaca que existen muchas más similitudes en la manera de vivir la Navidad.

Para él, se trata de trasladar la misma pasión y alegría al contexto local, incorporando elementos propios de Guatemala: la comida tradicional, la cohetería de medianoche, las posadas, los aromas del pinabete y la manzanilla, los nacimientos y la vida familiar alrededor de la Navidad.

La Escuela de Papá Noel de Brasil demuestra que la magia no es improvisada. Se aprende, se entrena y se cuida. Y en manos de intérpretes como Juan Pablo García Murga, esa magia se convierte en un puente entre culturas, memorias y generaciones, construido con respeto, sensibilidad y una profunda comprensión de lo que significa ser Santa, incluso cuando nadie está mirando.

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