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Aprendiendo a cocinar

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Miguel Rodríguez
05 de diciembre, 2025

En la recién inaugurada sede de la Escuela Culinaria Las Margaritas, en la 6a avenida Sur de Antigua Guatemala, uno entiende que la cocina también puede ser un refugio donde la técnica se entrelaza con la emoción. El nuevo edificio no se presenta como una pieza arquitectónica, sino como un punto de partida. Un lugar hecho para aprender, cocinar y crecer, pero sobre todo para quedarse un momento más, como quien se resiste a salir de un buen relato.  

Las Masterclass —verdadero corazón de la escuela— son un ejercicio de inmersión culinaria de cuatro horas donde cada detalle importa. Aquí no se asiste a observar: se toca, se mezcla, se emulsiona y se prueba. Lo que se cocina se divide entre los participantes, que regresan a casa con algo más que un plato: vuelven con un pequeño triunfo propio, aún tibio. Hay sesiones para quienes buscan dominar la repostería, perfeccionar técnicas de cocina internacional o explorar la sutileza de la mixología, donde los cócteles se convierten en pequeñas narrativas líquidas. “Aprende a preparar cócteles con estilo, domina las técnicas de mixología y desarrolla tu creatividad detrás de la barra”, prometen. Y cumplen.  

Esta nueva sede también abre espacio al team building gastronómico, una experiencia donde el trabajo colaborativo se cocina a fuego lento. Empresas enteras han encontrado aquí una manera distinta de cerrar el año: entre risas, competencia amable y un menú compartido que revela más de un liderazgo tímido.  

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El chef José Osoy, fundador, lo resume como un antes y un después para la escuela y para Antigua, ciudad donde la gastronomía vibra con fuerza propia. Y en esa vibración participan alumnos y cocineros destacados que, con cada clase, sostienen la idea de que la cocina es un puente: entre tradición y futuro, entre técnica y sensibilidad, entre curiosidad e inspiración. 

Las Margaritas inaugura una etapa. Y también un ánimo: el de cocinar como quien aprende a manifestarse mejor. 

Aprendiendo a cocinar

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Miguel Rodríguez
05 de diciembre, 2025

En la recién inaugurada sede de la Escuela Culinaria Las Margaritas, en la 6a avenida Sur de Antigua Guatemala, uno entiende que la cocina también puede ser un refugio donde la técnica se entrelaza con la emoción. El nuevo edificio no se presenta como una pieza arquitectónica, sino como un punto de partida. Un lugar hecho para aprender, cocinar y crecer, pero sobre todo para quedarse un momento más, como quien se resiste a salir de un buen relato.  

Las Masterclass —verdadero corazón de la escuela— son un ejercicio de inmersión culinaria de cuatro horas donde cada detalle importa. Aquí no se asiste a observar: se toca, se mezcla, se emulsiona y se prueba. Lo que se cocina se divide entre los participantes, que regresan a casa con algo más que un plato: vuelven con un pequeño triunfo propio, aún tibio. Hay sesiones para quienes buscan dominar la repostería, perfeccionar técnicas de cocina internacional o explorar la sutileza de la mixología, donde los cócteles se convierten en pequeñas narrativas líquidas. “Aprende a preparar cócteles con estilo, domina las técnicas de mixología y desarrolla tu creatividad detrás de la barra”, prometen. Y cumplen.  

Esta nueva sede también abre espacio al team building gastronómico, una experiencia donde el trabajo colaborativo se cocina a fuego lento. Empresas enteras han encontrado aquí una manera distinta de cerrar el año: entre risas, competencia amable y un menú compartido que revela más de un liderazgo tímido.  

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El chef José Osoy, fundador, lo resume como un antes y un después para la escuela y para Antigua, ciudad donde la gastronomía vibra con fuerza propia. Y en esa vibración participan alumnos y cocineros destacados que, con cada clase, sostienen la idea de que la cocina es un puente: entre tradición y futuro, entre técnica y sensibilidad, entre curiosidad e inspiración. 

Las Margaritas inaugura una etapa. Y también un ánimo: el de cocinar como quien aprende a manifestarse mejor. 

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