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Aida Lorenzo: “El E10 mejora la gasolina y el aire”

Fotografía: Gary
Alicia Utrera
15 de noviembre, 2025

Aida Lorenzo, gerente general de la Asociación Promotora de Combustibles Renovables, destaca que Guatemala necesita una visión de largo plazo, sostenida por sector público, privado, academia y sociedad civil para implementar combustibles renovables.

También subraya que el etanol mejora la calidad del aire, mantiene el rendimiento vehicular y reduce emisiones gracias a evidencia científica local e internacional.

Usted ha dedicado más de dos décadas a impulsar biocombustibles en Guatemala, por lo que, ¿cuál considera que es la lección número uno para lograr una adopción real y no únicamente normativa en el país?

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—Guatemala aún debe trabajar en conjunto entre sector público, privado, sociedad civil y academia. En los más de sesenta países donde esto ya se implementó, ha sido clave tener una visión de largo plazo.

Esa visión no depende de si los combustibles están altos o bajos, sino de entender claramente por qué debe hacerse. En Guatemala eso implica los ámbitos ambiental, social y económico.

Por eso la lección principal es definir una visión país que sostenga el proyecto más allá de coyunturas, intereses o cambios políticos.

¿Qué tan preparado considera usted que está el ecosistema industrial guatemalteco, incluyendo ingenios, destilerías y transporte, para cumplir la fecha de entrada en vigor de la mezcla obligatoria de etanol y cuál será el principal cuello de botella?

—La industria guatemalteca produce alcohol desde hace cuarenta años y cuenta con setenta millones de galones de capacidad anual. Exporta a Europa y California porque cumple normativas claras para reducir emisiones.

Guatemala es un ejemplo en sostenibilidad, con buena intensidad de carbono en su alcohol. Por eso estos mercados lo compran.

El cuello de botella, como en otros países, será sustituir combustibles fósiles. Ese proceso siempre cuesta, pero estamos cerca de implementarlo y mejorar la calidad del aire y la gasolina.

¿Cuál sería la consecuencia para Guatemala si no empezáramos ya a usar etanol en la mezcla de gasolina y qué pasaría en términos ambientales y de calidad del aire?

—Hoy seguimos usando combustibles fósiles con aditivos tóxicos y muchos cancerígenos. Eso no hemos logrado cambiarlo. En América, solo Centroamérica y México no han implementado etanol.

Lo que perdemos es un mejor combustible con mayor octanaje y capacidad de reducir emisiones. También mejoraríamos la calidad del aire.

Además, tenemos compromisos internacionales. El transporte es clave para reducir gases de efecto invernadero. Si no avanzamos, seguiremos igual y no aplicaremos medidas que mitiguen el cambio climático.

¿Qué evidencia técnica específica existe en Guatemala sobre el desempeño del E10 y cómo se garantiza que los motores antiguos, incluyendo motocicletas, no sufran daños con esta mezcla?

—La mayor evidencia son los sesenta países que ya lo usan en cientos de millones de vehículos. Un caso comparable es Colombia, donde más del cincuenta por ciento del parque vehicular son motocicletas.

También está Brasil, que comenzó en 1976 con vehículos desde 1940 y ninguno se dañó. Su mezcla llegó a treinta por ciento sin problemas.

En Guatemala, la Universidad del Valle hizo pilotos en 2015 y 2020 con vehículos antiguos y modernos, incluidos algunos de los años setenta. No hubo daños. La evidencia científica demuestra que con diez por ciento no se requiere modificar motores.

¿Qué impacto estima usted que tendrá en el precio final para los consumidores la entrada en vigor de la mezcla obligatoria en 2026 y podría aumentar el costo de la gasolina?

—La experiencia mundial muestra que el precio queda similar o levemente a la baja. Es clave entender que el noventa por ciento seguirá siendo petróleo, que es lo que rige el precio.

El alcohol, nacional o importado, no determina el valor final. Lo importante es que se cumplan reglas claras.

Si se importa gasolina de menor octanaje para mezclarla con alcohol, el precio puede incluso beneficiar al consumidor. A nivel global, las mezclas ayudan a estabilizar precios, pero siempre manda el petróleo.

¿Qué puede decirnos sobre la duda de que el rendimiento del vehículo disminuya al usar etanol, afectando la autonomía tanto en carros como en motocicletas?

—La mezcla óptima es diez por ciento, por eso se escoge E10. Mantiene el rendimiento, mejora la oxigenación y reduce emisiones. Los análisis en Guatemala confirmaron esa estabilidad.

Es cierto que el alcohol tiene menor poder calorífico, pero posee mayor octanaje: ciento quince frente a noventa y uno o noventa y cinco.

Esa combinación mejora la gasolina y mantiene el rendimiento. Esa conclusión se respalda en estudios locales e internacionales.

¿Qué reducciones concretas de emisiones y contaminantes se podrían lograr con la mezcla obligatoria, tanto en áreas urbanas como en el interior del país?

—Estudios internacionales muestran que al mezclar alcohol con gasolina se reducen emisiones en el tubo de escape. Guatemala tiene una meta ambiental específica ligada al etanol.

El Ministerio de Ambiente calcula una reducción de doscientas treinta y tres mil toneladas de CO₂ equivalente al año. Eso ayuda a cumplir acuerdos internacionales.

Además, está comprobado que el E10 reduce al menos veinte por ciento el riesgo de cáncer de pulmón por disminuir material particulado. El aire lo contaminan principalmente los tubos de escape.

¿Qué materias primas y salvaguardas propone usted para que la producción de etanol no afecte precios de alimentos ni presione suelos sensibles en el país?

—El debate ya no es comida versus combustible, sino comida y combustible. Estados Unidos usa maíz amarillo para etanol y produce también alimento para ganado.

En Latinoamérica, el etanol proviene de caña, que genera azúcar, melaza, energía y alcohol en una misma hectárea. Guatemala produce melaza, que no compite con alimentos.

La FAO indica que hoy el problema principal es la obesidad, no la desnutrición. Con melaza no hay impacto en seguridad alimentaria al ser un subproducto.

¿Cuál fue el proyecto o resultado concreto, dentro o fuera de Guatemala, que influyó para que usted fuera reconocida como Women of the Year en 2024?

—La perseverancia de veinte años promoviendo este tema en Guatemala y la región. Creo firmemente en su importancia para el país y en aportar soluciones.

Mi motivación siempre ha sido dejar una Guatemala diferente. Esto genera anticuerpos porque obliga a cambiar aditivos tóxicos por opciones mejores.

También he apoyado a Costa Rica y Panamá. La región podría avanzar junta. Ese trabajo fue reconocido nacional e internacionalmente.

¿Por qué desde su punto de vista el uso de etanol debe ser obligatorio y qué indicadores servirían para evaluar si debe mantenerse o ajustarse en el futuro?

—Casi ningún ciudadano conoce el octanaje o los aditivos de su gasolina. Todo lo definen el Ministerio de Energía y Minas y la industria petrolera.

Hoy estamos obligados a usar gasolina con aditivos petroquímicos. Para incorporar alcohol, que proviene del agro, se requiere política pública.

El objetivo es que toda la gasolina contenga alcohol para mejorar su calidad y el aire. Las evaluaciones deben basarse en octanaje, emisiones y cumplimiento normativo.

¿Qué responde usted a quienes afirman que las gasolineras no tienen infraestructura suficiente para manejar este tipo de mezclas y que deberán hacer inversiones costosas?

—En todos los países hubo resistencia, pero si las estaciones cumplen la regulación actual no habrá problema. El punto clave es evitar que entre agua a los tanques.

No deben destruir ni reemplazar infraestructura, sino realizar mantenimiento específico. Ese es el estándar mundial.

Nunca se ha exigido reconstruir gasolineras para usar etanol. Solo requieren ajustes y cuidados básicos para operar sin inconvenientes.

¿Se tiene previsto publicar información sobre calidad de combustible y emisiones para que la población conozca el impacto real del etanol en el país?

—La calidad del combustible es pública y puede consultarse. El problema es que casi nadie revisa esa información. Las gasolinas actuales usan aditivos petroquímicos tóxicos.

En los sesenta países que ya usan etanol existe oxigenación con alcohol. Esa experiencia es abierta.

El etanol reduce setenta por ciento las emisiones en su ciclo de vida. En el tubo de escape disminuye contaminación porque contiene oxígeno, lo que mejora la combustión.

¿De dónde provendrá la materia prima del etanol nacional y cómo responde usted a quienes afirman que esto beneficia exclusivamente a un sector productivo?

—Si no se implementa, quienes pierden son los guatemaltecos. La industria nacional ya exporta su producción y no depende del mercado local.

La disputa real es con la industria petroquímica, que controla los aditivos actuales. El alcohol desplaza aditivos petroquímicos y por eso genera resistencia.

El reglamento permite importar alcohol de cualquier país. Guatemala no exige que sea nacional. Es un mercado libre y abierto.

¿Por qué se afirma que Guatemala produce uno de los mejores etanoles del mundo y qué características lo distinguen según indicadores internacionales?

—El mundo busca combustibles que contaminen menos. Eso se mide por intensidad de carbono. La caña puede generar veintiocho gramos de CO₂ equivalente frente a noventa y cuatro de combustibles fósiles.

La reducción es del setenta por ciento, según normativa europea.

Guatemala exporta alcohol por su calidad y sostenibilidad, no por ser guatemalteco. Lo bueno se exporta, pero el país importa cien por ciento de combustibles fósiles.

¿Cómo visualiza usted la posibilidad de avanzar hacia mezclas mayores como E15 o E20 de aquí a 2030 y qué condiciones técnicas o de mercado deberían cumplirse?

—El primer paso es implementar el diez por ciento. Países como Perú quieren pasar de siete punto cinco a diez y revisan producción e infraestructura.

Argentina busca subir de doce a quince. Brasil pasó de veintisiete a treinta por ciento. Es una tendencia regional.

Guatemala ya tiene vehículos capaces de usar hasta ochenta y cinco por ciento. Pero primero debe consolidarse E10 y luego avanzar gradualmente.

¿Qué ocurrió en países como Costa Rica o Panamá, donde se inició el uso de etanol y luego se detuvo, y qué enseñanzas deja esa experiencia para Guatemala?

—Panamá usó etanol en 2013 durante un año sin problemas en taxis, vehículos o motocicletas. El programa cayó por un cambio de gobierno.

La falta de políticas claras a largo plazo hizo que el proyecto se eliminara. No fallaron los carros.

Hoy Panamá reevalúa retomarlo. La certeza jurídica es clave para importadores, productores y toda la cadena de valor.

¿Qué mensaje final desea ofrecerle a la población respecto a la implementación del etanol en Guatemala y los beneficios que podría generar?

—Guatemala está cerca de implementar el proyecto. La población debe estar tranquila: existe evidencia científica y millones de vehículos lo usan desde los años setenta.

En 1985 y en 2015 ya se utilizó E10 aquí sin problemas. Eso debe dar confianza.

Vamos a tener un combustible de mejor calidad y menor contaminación. Eso mejorará el aire que todos respiramos.

Aida Lorenzo: “El E10 mejora la gasolina y el aire”

Fotografía: Gary
Alicia Utrera
15 de noviembre, 2025

Aida Lorenzo, gerente general de la Asociación Promotora de Combustibles Renovables, destaca que Guatemala necesita una visión de largo plazo, sostenida por sector público, privado, academia y sociedad civil para implementar combustibles renovables.

También subraya que el etanol mejora la calidad del aire, mantiene el rendimiento vehicular y reduce emisiones gracias a evidencia científica local e internacional.

Usted ha dedicado más de dos décadas a impulsar biocombustibles en Guatemala, por lo que, ¿cuál considera que es la lección número uno para lograr una adopción real y no únicamente normativa en el país?

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—Guatemala aún debe trabajar en conjunto entre sector público, privado, sociedad civil y academia. En los más de sesenta países donde esto ya se implementó, ha sido clave tener una visión de largo plazo.

Esa visión no depende de si los combustibles están altos o bajos, sino de entender claramente por qué debe hacerse. En Guatemala eso implica los ámbitos ambiental, social y económico.

Por eso la lección principal es definir una visión país que sostenga el proyecto más allá de coyunturas, intereses o cambios políticos.

¿Qué tan preparado considera usted que está el ecosistema industrial guatemalteco, incluyendo ingenios, destilerías y transporte, para cumplir la fecha de entrada en vigor de la mezcla obligatoria de etanol y cuál será el principal cuello de botella?

—La industria guatemalteca produce alcohol desde hace cuarenta años y cuenta con setenta millones de galones de capacidad anual. Exporta a Europa y California porque cumple normativas claras para reducir emisiones.

Guatemala es un ejemplo en sostenibilidad, con buena intensidad de carbono en su alcohol. Por eso estos mercados lo compran.

El cuello de botella, como en otros países, será sustituir combustibles fósiles. Ese proceso siempre cuesta, pero estamos cerca de implementarlo y mejorar la calidad del aire y la gasolina.

¿Cuál sería la consecuencia para Guatemala si no empezáramos ya a usar etanol en la mezcla de gasolina y qué pasaría en términos ambientales y de calidad del aire?

—Hoy seguimos usando combustibles fósiles con aditivos tóxicos y muchos cancerígenos. Eso no hemos logrado cambiarlo. En América, solo Centroamérica y México no han implementado etanol.

Lo que perdemos es un mejor combustible con mayor octanaje y capacidad de reducir emisiones. También mejoraríamos la calidad del aire.

Además, tenemos compromisos internacionales. El transporte es clave para reducir gases de efecto invernadero. Si no avanzamos, seguiremos igual y no aplicaremos medidas que mitiguen el cambio climático.

¿Qué evidencia técnica específica existe en Guatemala sobre el desempeño del E10 y cómo se garantiza que los motores antiguos, incluyendo motocicletas, no sufran daños con esta mezcla?

—La mayor evidencia son los sesenta países que ya lo usan en cientos de millones de vehículos. Un caso comparable es Colombia, donde más del cincuenta por ciento del parque vehicular son motocicletas.

También está Brasil, que comenzó en 1976 con vehículos desde 1940 y ninguno se dañó. Su mezcla llegó a treinta por ciento sin problemas.

En Guatemala, la Universidad del Valle hizo pilotos en 2015 y 2020 con vehículos antiguos y modernos, incluidos algunos de los años setenta. No hubo daños. La evidencia científica demuestra que con diez por ciento no se requiere modificar motores.

¿Qué impacto estima usted que tendrá en el precio final para los consumidores la entrada en vigor de la mezcla obligatoria en 2026 y podría aumentar el costo de la gasolina?

—La experiencia mundial muestra que el precio queda similar o levemente a la baja. Es clave entender que el noventa por ciento seguirá siendo petróleo, que es lo que rige el precio.

El alcohol, nacional o importado, no determina el valor final. Lo importante es que se cumplan reglas claras.

Si se importa gasolina de menor octanaje para mezclarla con alcohol, el precio puede incluso beneficiar al consumidor. A nivel global, las mezclas ayudan a estabilizar precios, pero siempre manda el petróleo.

¿Qué puede decirnos sobre la duda de que el rendimiento del vehículo disminuya al usar etanol, afectando la autonomía tanto en carros como en motocicletas?

—La mezcla óptima es diez por ciento, por eso se escoge E10. Mantiene el rendimiento, mejora la oxigenación y reduce emisiones. Los análisis en Guatemala confirmaron esa estabilidad.

Es cierto que el alcohol tiene menor poder calorífico, pero posee mayor octanaje: ciento quince frente a noventa y uno o noventa y cinco.

Esa combinación mejora la gasolina y mantiene el rendimiento. Esa conclusión se respalda en estudios locales e internacionales.

¿Qué reducciones concretas de emisiones y contaminantes se podrían lograr con la mezcla obligatoria, tanto en áreas urbanas como en el interior del país?

—Estudios internacionales muestran que al mezclar alcohol con gasolina se reducen emisiones en el tubo de escape. Guatemala tiene una meta ambiental específica ligada al etanol.

El Ministerio de Ambiente calcula una reducción de doscientas treinta y tres mil toneladas de CO₂ equivalente al año. Eso ayuda a cumplir acuerdos internacionales.

Además, está comprobado que el E10 reduce al menos veinte por ciento el riesgo de cáncer de pulmón por disminuir material particulado. El aire lo contaminan principalmente los tubos de escape.

¿Qué materias primas y salvaguardas propone usted para que la producción de etanol no afecte precios de alimentos ni presione suelos sensibles en el país?

—El debate ya no es comida versus combustible, sino comida y combustible. Estados Unidos usa maíz amarillo para etanol y produce también alimento para ganado.

En Latinoamérica, el etanol proviene de caña, que genera azúcar, melaza, energía y alcohol en una misma hectárea. Guatemala produce melaza, que no compite con alimentos.

La FAO indica que hoy el problema principal es la obesidad, no la desnutrición. Con melaza no hay impacto en seguridad alimentaria al ser un subproducto.

¿Cuál fue el proyecto o resultado concreto, dentro o fuera de Guatemala, que influyó para que usted fuera reconocida como Women of the Year en 2024?

—La perseverancia de veinte años promoviendo este tema en Guatemala y la región. Creo firmemente en su importancia para el país y en aportar soluciones.

Mi motivación siempre ha sido dejar una Guatemala diferente. Esto genera anticuerpos porque obliga a cambiar aditivos tóxicos por opciones mejores.

También he apoyado a Costa Rica y Panamá. La región podría avanzar junta. Ese trabajo fue reconocido nacional e internacionalmente.

¿Por qué desde su punto de vista el uso de etanol debe ser obligatorio y qué indicadores servirían para evaluar si debe mantenerse o ajustarse en el futuro?

—Casi ningún ciudadano conoce el octanaje o los aditivos de su gasolina. Todo lo definen el Ministerio de Energía y Minas y la industria petrolera.

Hoy estamos obligados a usar gasolina con aditivos petroquímicos. Para incorporar alcohol, que proviene del agro, se requiere política pública.

El objetivo es que toda la gasolina contenga alcohol para mejorar su calidad y el aire. Las evaluaciones deben basarse en octanaje, emisiones y cumplimiento normativo.

¿Qué responde usted a quienes afirman que las gasolineras no tienen infraestructura suficiente para manejar este tipo de mezclas y que deberán hacer inversiones costosas?

—En todos los países hubo resistencia, pero si las estaciones cumplen la regulación actual no habrá problema. El punto clave es evitar que entre agua a los tanques.

No deben destruir ni reemplazar infraestructura, sino realizar mantenimiento específico. Ese es el estándar mundial.

Nunca se ha exigido reconstruir gasolineras para usar etanol. Solo requieren ajustes y cuidados básicos para operar sin inconvenientes.

¿Se tiene previsto publicar información sobre calidad de combustible y emisiones para que la población conozca el impacto real del etanol en el país?

—La calidad del combustible es pública y puede consultarse. El problema es que casi nadie revisa esa información. Las gasolinas actuales usan aditivos petroquímicos tóxicos.

En los sesenta países que ya usan etanol existe oxigenación con alcohol. Esa experiencia es abierta.

El etanol reduce setenta por ciento las emisiones en su ciclo de vida. En el tubo de escape disminuye contaminación porque contiene oxígeno, lo que mejora la combustión.

¿De dónde provendrá la materia prima del etanol nacional y cómo responde usted a quienes afirman que esto beneficia exclusivamente a un sector productivo?

—Si no se implementa, quienes pierden son los guatemaltecos. La industria nacional ya exporta su producción y no depende del mercado local.

La disputa real es con la industria petroquímica, que controla los aditivos actuales. El alcohol desplaza aditivos petroquímicos y por eso genera resistencia.

El reglamento permite importar alcohol de cualquier país. Guatemala no exige que sea nacional. Es un mercado libre y abierto.

¿Por qué se afirma que Guatemala produce uno de los mejores etanoles del mundo y qué características lo distinguen según indicadores internacionales?

—El mundo busca combustibles que contaminen menos. Eso se mide por intensidad de carbono. La caña puede generar veintiocho gramos de CO₂ equivalente frente a noventa y cuatro de combustibles fósiles.

La reducción es del setenta por ciento, según normativa europea.

Guatemala exporta alcohol por su calidad y sostenibilidad, no por ser guatemalteco. Lo bueno se exporta, pero el país importa cien por ciento de combustibles fósiles.

¿Cómo visualiza usted la posibilidad de avanzar hacia mezclas mayores como E15 o E20 de aquí a 2030 y qué condiciones técnicas o de mercado deberían cumplirse?

—El primer paso es implementar el diez por ciento. Países como Perú quieren pasar de siete punto cinco a diez y revisan producción e infraestructura.

Argentina busca subir de doce a quince. Brasil pasó de veintisiete a treinta por ciento. Es una tendencia regional.

Guatemala ya tiene vehículos capaces de usar hasta ochenta y cinco por ciento. Pero primero debe consolidarse E10 y luego avanzar gradualmente.

¿Qué ocurrió en países como Costa Rica o Panamá, donde se inició el uso de etanol y luego se detuvo, y qué enseñanzas deja esa experiencia para Guatemala?

—Panamá usó etanol en 2013 durante un año sin problemas en taxis, vehículos o motocicletas. El programa cayó por un cambio de gobierno.

La falta de políticas claras a largo plazo hizo que el proyecto se eliminara. No fallaron los carros.

Hoy Panamá reevalúa retomarlo. La certeza jurídica es clave para importadores, productores y toda la cadena de valor.

¿Qué mensaje final desea ofrecerle a la población respecto a la implementación del etanol en Guatemala y los beneficios que podría generar?

—Guatemala está cerca de implementar el proyecto. La población debe estar tranquila: existe evidencia científica y millones de vehículos lo usan desde los años setenta.

En 1985 y en 2015 ya se utilizó E10 aquí sin problemas. Eso debe dar confianza.

Vamos a tener un combustible de mejor calidad y menor contaminación. Eso mejorará el aire que todos respiramos.

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